30/08/2021
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El informador geselino Por El informador geselino

NUEVO JUICIO CONTRA EL TORTURADOR ASESINO MIGUEL ETCHECOLATZ EN LA CIUDAD DE LA PLATA

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En sus declaraciones judiciales, el sobreviviente mencionó lo sucedido allí a otros seis compañeros. El Tribunal Oral Federal (TOF) 1 de La Plata es el encargado de impartir justicia a pocos días de los 15 años de la segunda desaparición de López.

A pocos días de que se cumplan quince años de su segunda desaparición, Jorge Julio López sigue acusando a sus verdugos. Este lunes se iniciará en los tribunales federales de La Plata un juicio contra los represores Miguel Osvaldo Etchecolatz y Julio César Garachico por crímenes cometidos en el centro clandestino conocido como “Pozo de Arana” que fueron denunciados por López en sus testimonios. Con una veintena de testigos por delante, el tribunal aspira a dictar sentencia este año.

López guardó durante décadas en su memoria todo lo que vivió desde el día de su secuestro, el 27 de octubre de 1976, hasta junio de 1979, cuando finalmente recuperó la libertad. Lo acompañó el horror de los gritos, las torturas y los asesinatos que presenció en uno de los centros clandestinos por los que pasó, el conocido como el “Pozo de Arana”. En sus declaraciones judiciales, López mencionó lo sucedido allí con otros seis compañeros y ahora será el Tribunal Oral Federal (TOF) 1 de La Plata, integrado por los jueces Andrés Basso, José Michilini y Alejandro Esmoris, el encargado de impartir justicia.

Desaparecido, por segunda vez, el 18 de septiembre de 2006, en la víspera de los alegatos contra Etchecolatz, López nunca llegó a ver al exdirector general de Investigaciones de la policía bonaerense condenado. Aún así, desde su ausencia aún sin respuestas y sin responsables para la justicia, López sigue acusando a Etchecolatz, que llega a este juicio con 92 años y ocho sentencias a cuestas.

En el caso de Garachico, será su segunda vez en el banquillo de los acusados, después de ser condenado en 2014 por crímenes en el centro clandestino conocido como “La Cacha”. Garachico se evaporó de Puerto Madryn, donde era gerente de un casino, después del testimonio de López en 2006, como recuerdan los periodistas Werner Pertot y Luciana Rosende en Los días sin López. Lo encontraron años después, gracias a un dato aportado por la querella, en Mar del Plata, donde hoy, a sus 80 años, cumple prisión domiciliaria.

“Éste es un juicio con demasiadas ausencias, que muestra cuánto nos ha costado hacer justicia”, dice a PáginaI12 la abogada querellante Guadalupe Godoy, que fue una de las letradas que representó a López en el juicio de 2006 y que impulsó la investigación por su segunda desaparición forzada.

Durante el proceso, se exhibirá no sólo el testimonio de López, sino también el de otras dos exdetenidas-desaparecidas que fallecieron en los últimos años, Nilda Eloy y Cristina Gioglio, y cuyos aportes fueron centrales para entender cómo funcionó la represión en La Plata. Las audiencias serán los lunes por la mañana, aunque fuentes judiciales dijeron que probablemente se realicen semana de por medio. Será un proceso semipresencial y se podrá seguir tanto por La Retaguardia como por las redes de la Comisión Provincial por la Memoria (CPM).

El lugar
Arana es una zona rural, ubicada al sur de la ciudad de La Plata. En el predio conocido como Arana funcionaron, según pudo reconstruir la justicia federal platense, al menos cuatro centros clandestinos: el Destacamento de Arana --que dependía de la Brigada de Investigaciones de La Plata--, el campo de Arana o la casona o la estancia La Armonía (en lo que hoy es el Regimiento 7 de Infantería), un lugar de paredes rosadas que López describió como cuatrerismo -- y cercano al aeropuerto-- y el Pozo de Arana en sí.

“Arana fue un lugar neurálgico de la represión en La Plata, paradigmático en cuanto a la crueldad de las torturas. Es por eso que, para la Unidad Fiscal de La Plata, éste es un juicio muy importante”, apunta a este diario el auxiliar fiscal Juan Martín Nogueira, que, en este proceso, representará a la fiscalía junto a sus colegas Ana Oberlin y Gonzalo Miranda.

Arana como lugar de torturas fue individualizado muy tempranamente en los testimonios que prestaron los sobrevivientes. Algunas descripciones lo acercaban al infierno: gritos constantes, la llegada de la patota por la noche para los interrogatorios, la falta de comida durante días. No sólo fue un espacio para la tortura, sino también para la eliminación física de los prisioneros. En el predio se enterraban los restos o se los incineraba.

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