23/02/2015
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Julio Carabajal Por Julio Carabajal

Cuando se entrega el espacio público se hace patria

Copete: 

El Enduro de Verano y el espacio público no se llevan bien. Es casi imposible frenar este negocio vil que lo practican desde menores de edad hasta barrabravas

Domingo 10 horas. Al tomar la ruta Interbalnearia ya se percibía el caos y la improvisación que practican los denominados con mucho cariño “franelitas” o “trapitos”. En realidad son trabajadores sin horarios, ni organización, sin jefes, ni facturas, ni bonos, sin identificación que desarrollan la tarea de cuidar vehículos para ir a ver un espectáculo deportivo. Que existen es una realidad inobjetable y que están expuestos a terribles accidentes, también. Que nadie los puede controlar o no quieren controlarlos es otra gran verdad.

Pero ahí están y llegan cada verano para esta misma fecha y se instalan en las banquinas de la ruta y se estacionan tres días para comercializar el espacio público. Fijan un cuadro tarifario que se incrementa cuanto más cerca de la entrada  al predio de la carrera se halla el estacionamiento. Algunos  son violentos, discuten entre ellos, arman grupos numerosos  y agreden ante la negativa a pagar de los potenciales clientes.

Este verdadero invento  de una  América latina violenta, salvaje, bruta y empobrecida a pesar de los gobiernos que se jactan de revolucionarios y que están en el poder desde hace décadas no se ha detenido. Los estados y sus planes sociales colaboran en reducir la desocupación pero alientan la marginalidad y el trabajo en negro. En los años setenta los “trapitos” no existían pero de haberlo hecho serian calificados como lumpenes o cuentapropistas. Este es un término marxista de origen alemán con el que se designa a la población situada socialmente al margen o debajo del proletariado (trabajadores) desde el punto de vista de sus condiciones de trabajo y de vida, formado por los elementos degradados, desclasados y no organizados del proletariado urbano, así como aquella parte de la población que para su subsistencia desarrolla actividades al margen de la legalidad o en la marginación social. Es la clase social que no posee ni medios de producción ni fuerza de trabajo -no ejerce como tal- y que obtiene la parte de la riqueza social que dispone a partir de la caridad, del robo y de ciertos recursos que las otras clases sociales dejan de poseer por considerarlos desechos. El marxismo ha considerado tradicionalmente a este grupo social como carente de conciencia de clase, y por tanto susceptible de servir de punto de apoyo a la burguesía.

La definición de cuentapropista es más suave y expresa otra  realidad de este sector social, pero no es generalizada: En el diccionario castellano cuentapropista significa persona que, sin ser comerciante o profesional, vive de su propio negocio.       

De todas formas el objeto a comercializar es el espacio público, es de todos nosotros  o si se trata de una ruta concesionada es una empresa que tiene una cabina de peaje que cobra para circular y te prohíbe estacionar en las banquinas. En pocas palabras no los asiste un solo derecho, pero ahí están todos los años.

Se calcula que en esta edición llegaron unas cien mil personas, la mayoría de ellas en auto propio. Imaginen  el movimiento de dinero en negro que circuló sin un mínimo tributo al estado que organizó el evento.

Son  “luchadores sociales” que desarrollan una tarea necesaria que nadie quiere hacer porque hay que saber hacerla y usan el espacio público como propio y que nadie se atreva a impedírselo porque se arma la batalla. Y se sabe quiénes son los ganadores.  

La convivencia de la  Policía y los Trapitos es visible, no hace falta esconderla, los unos trabajan para los otros, se sabe y es más viejo que la humanidad misma. Los trapitos son producto de esta sociedad, seguramente son hijos de planes sociales, son los que convocan la dirigencia política para sus actos. Esto en este país no es un fracaso social es un slogan: La patria es el otro.       

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