Javier Milei ha realizado múltiples afirmaciones engañosas sobre las universidades argentinas, que son fácilmente refutables con datos verificables. Desde su declaración de que la universidad pública solo beneficia a los ricos, hasta su errónea acusación de que las universidades no contribuyen a la movilidad social, los hechos demuestran lo contrario. La Encuesta Permanente de Hogares del INDEC revela que dos de cada tres estudiantes en universidades públicas provienen de sectores de bajos ingresos, con un 48% bajo la línea de pobreza.
Milei también sostiene que las universidades han dejado de ser una herramienta de movilidad social. Sin embargo, datos del Ministerio de Capital Humano indican que el 47,8% de los nuevos inscriptos en 2022 son la primera generación de universitarios en sus familias. Este porcentaje asciende al 62,3% cuando se consideran solo aquellos que han respondido sobre la educación de sus padres. Además, un estudio sobre empleo revela que los graduados universitarios tienen una tasa de desocupación mucho más baja que aquellos con menor educación, lo que contradice la afirmación de Milei.
Por otro lado, el presidente ha descalificado la existencia de auditorías en las universidades, ignorando que estas son auditadas tanto interna como externamente. La desinformación de Milei se extiende a afirmaciones infundadas sobre el costo de los choferes de los rectores, basadas en una fake news previamente desmentida. Finalmente, su afirmación sobre la erradicación del analfabetismo en Argentina, atribuyéndola a su corriente de pensamiento, también es incorrecta, ya que el país no superó el 95% de alfabetización hasta 1991, mucho después de otras naciones. Cada una de estas declaraciones refuerza la necesidad de un debate basado en datos reales y verificables.
Todos los derechos compartidos