2010 - 27 DE OCTUBRE - 2014
A cuatro años del fallecimiento de Néstor, recordarlo es una experiencia que combina tristeza por la pérdida, pero una enorme esperanza por su legado. Sembró miles y miles de flores que le dan a este proyecto político un sentido de trascendencia enorme. Nos dejó en Cristina un liderazgo político incuestionable, que trasciende incluso las fronteras de la patria. Pero, por sobre todas las cosas, nos dejó un sueño de país que permanentemente se recrea y se reinventa. Por eso, no tengo dudas que, parafraseando el tema “Murguita del Sur” de Bersuit, Néstor Kirchner es de esas personas que, aun muertas, no paran de nacer.
Por Agustín Rossi. Ministro de Defensa
Hace pocos días, integrantes de mi equipo de colaboradores me acercaron una serie de fotografías que, de alguna manera, sintetizaban gráficamente la relación humana y política que tuve con Néstor Kirchner. A decir verdad, nunca había tenido la posibilidad de repasar cronológicamente esas fotos. Tenía un recuerdo vago de muchas de ellas.
Allí estaban las fotos con Néstor en los actos que organizamos en Rosario cuando me presenté por primera vez como diputado nacional en el 2005; el día de su asunción como diputado, en diciembre de 2009; durante la aprobación del matrimonio igualitario; en varios actos realizados en Santa Fe, incluyendo una foto en la ciudad de Pérez, la última vez que Néstor fue a la provincia. En fin, fotos que graficaban distintos momentos, en diferentes circunstancias y lugares.
Fue un momento muy emotivo. En el medio del repaso de las fotos, uno de mis colaboradores me preguntó “¿Y vos, cuándo sentiste que la cosa iba en serio?”. Ahí recordé que, más allá de nuestra militancia para las elecciones de finales de abril de 2003, quedé impactado con el discurso de Néstor durante su asunción como Presidente, en el Congreso de la Nación. Recordar ese discurso es recordar una serie de análisis e intuiciones que fueron fundantes para nuestro proyecto político. No hubo promesas: hubo definiciones políticas acerca del país que recibía y del rumbo que debía orientar la acción de gobierno.
Releer ese discurso debería ser una tarea que todo militante debiera hacer en forma periódica. “Cambio es el nombre del futuro.” “Reconstruir un capitalismo nacional.” “Debemos hacer que el Estado ponga igualdad allí donde el mercado excluye y abandona.” “Queremos ser la generación de argentinos que reinstale la movilidad social ascendente.” “Los problemas de la pobreza no se solucionan desde las políticas sociales sino desde las políticas económicas.” “El consumo interno estará en el centro de nuestra estrategia de expansión.” “No se puede volver a pagar deuda a costa del hambre y la exclusión de los argentinos.” “Formo parte de una generación diezmada.” “Me sumé a las luchas políticas creyendo en valores y convicciones a los que no pienso dejar en la puerta de entrada de la Casa Rosada.” “Vengo a proponerles un sueño.”
Las definiciones de Néstor en ese discurso, casi de presentación para la totalidad del pueblo argentino, fueron un anticipo de lo que fue su acción de gobierno: el contenido de sus palabras era mucho mayor de lo que esperábamos. Lo mismo sucedió con lo que hizo desde la Presidencia de la Nación. Hizo mucho más de lo que nos hubiéramos imaginado.
Pero hay algo que recorre transversalmente ese discurso y que, con el correr de los años, creo que fue un enorme aporte de Néstor Kirchner a la profundización de la democracia en la Argentina. “Estamos ante un final de época” dijo. “El éxito de las políticas deberá medirse bajo otros parámetros.” Habló de “nuevos paradigmas”. Y en un momento del discurso, con su contundencia habitual, Néstor dijo: “Concluye en la Argentina una forma de hacer política”.
Éste fue uno de los grandes aportes de Kirchner: terminó con una manera de hacer política e inauguró una nueva, absolutamente distinta, guiada por otros paradigmas.
Es la política, en tanto expresión de la representación popular y del interés general, la que guía y orienta las decisiones públicas. Se terminaron en la Argentina los presidentes que gobernaban con el plan propuesto (o impuesto) por las corporaciones. Durante décadas, los que llegaban a la Casa Rosada miraban a la sociedad a través del prisma de los grupos de poder. Eso se terminó, por más que algunos pretendan reinstalar esta forma de gobernar. Néstor y Cristina nunca dejaron que su mirada sobre los problemas de los argentinos esté mediatizada por las corporaciones que, en su esencia, poseen intereses sectoriales que no tienen por qué coincidir con el interés general.
No son los discursos los que cambian la realidad de los argentinos sino un cotidiano y sistemático trabajo de gestión del Estado y de las políticas públicas. “Nadie piense que las cosas cambiarán de un día para el otro sólo porque se declamen”, dijo Néstor. En su práctica política, el discurso se reconcilia con los hechos, reinstalando el “mejor que decir es hacer” que inmortalizara Juan Domingo Perón. Lo dijo de otra manera: “Un gobierno no debe distinguirse por los discursos de sus funcionarios sino por las acciones de sus equipos”.
Néstor reinstaló en la política argentina el valor de la militancia. Defender ideas, debatir con otros, interpelar a los que tienen una mirada distinta, tratar de convencer con palabras y hechos. Todo esto parecía perdido (o marginal) en tiempos del neoliberalismo, donde los militantes fueron reemplazados por “operadores” que compraban y vendían adhesiones políticas como quién comercializa bonos o acciones. En los ’90 era común que los analistas políticos denostaran a un determinado dirigente con la frase “no cotiza”. Todos términos del vocabulario del “mercado” incorporados en la política. Néstor terminó con estos conceptos y, lo que es mejor, con esas prácticas.
Néstor tuvo, además, una notable capacidad para precisar los términos en que se desarrollaba una determinada puja política expresándola con una claridad meridiana, lo que facilitó la comprensión de ciertos fenómenos complejos por parte de la ciudadanía. Nada más demostrativa que esta capacidad desarrollada por Néstor que la frase “¿Qué te pasa Clarín, estás nervioso?”. O la definición hecha en la Asamblea de la ONU del 2003: “Los muertos no pagan sus deudas”. Esas frases, simples y contundentes, ayudaron a los argentinos a comprender mejor lo que pasaba y a posicionarse en cada circunstancia.
No es casual, entonces, que este nuevo paradigma haya prendido tan fuerte en los jóvenes, donde el valor de la autenticidad es tan fuerte. Néstor decía lo que pensaba y hacía lo que decía. Eso se vio reflejado a lo largo de toda su acción política, pero muy especialmente en las coyunturas más complejas. Néstor “no arrugaba”, aunque enfrente tuviese a George W. Bush, a directivos del FMI, a la corporación militar, a los empresarios sojeros o al Grupo Clarín. Tampoco era un “careta”, como suelen denominar los jóvenes a los que simulan ser algo que no son.
Esta adhesión a la propuesta política que encarnó Néstor Kirchner generó una nueva oleada de participación juvenil, como no se veía desde comienzos de la década del ’70 o desde la recuperación de la democracia. Miles y miles de jóvenes se sumaron a la participación política y fue quizás el fallecimiento de Néstor lo que los visibilizó de una manera contundente, cuando se volcaron a la calle a lo largo y ancho del país para despedirlo. Este fenómeno, lejos de terminarse, generó recientemente masivos actos donde decenas de miles de jóvenes demostraron capacidad de movilización, organización y desarrollo político.
A cuatro años del fallecimiento de Néstor, recordarlo es una experiencia que combina tristeza por la pérdida, pero una enorme esperanza por su legado. Sembró miles y miles de flores que le dan a este proyecto político un sentido de trascendencia enorme. Nos dejó en Cristina un liderazgo político incuestionable, que trasciende incluso las fronteras de la patria. Pero, por sobre todas las cosas, nos dejó un sueño de país que permanentemente se recrea y se reinventa. Por eso, no tengo dudas que, parafraseando el tema “Murguita del Sur” de Bersuit, Néstor Kirchner es de esas personas que, aun muertas, no paran de nacer.
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