Nuestro cronista estuvo en el Polideportivo Municipal cuando Argentina jugaba con Alemania. Nervios, tensión, expectativa que termino en tristeza. Nadie lloro quizás porque hubo un reconocimiento que los europeos fueron los mejores del campeonato
Al final fue tristeza sin llanto ni violencia, quizás en ese acto los que estaban presentes en el Polideportivo Municipal sabían que Alemania fue el mejor equipo del campeonato mundial. Esta vez los milagros no se dieron a favor de los argentinos, Messi perdió dos goles, lo de Higuain es para que abandone el futbol y se dedique a la gastronomía y Palacio es incomprensible porque es un goleador. Allí se perdió ese partido, porque se podría haber ganado por dos goles de diferencia.
Quizás esta derrota ayuda a entender que para ser un número uno hay que ganar y ser infalible, el mejor. Nuestros deportistas no son los mejores, son los segundos mejores pero ese sitial de primero está lejos. Las Leonas no ganaron el Mundial, los Leones tampoco, “Maravilla” Martínez recibió una paliza, el “Chino” Maidana también perdió, Del Potro vive lesionado, y así se suman fracasos.
Esto está en nuestro interior, como personas, somos así, nacimos para sufrir pero persistimos en que somos seguros y nada nos puede afectar. Lloramos y negamos las lágrimas, creemos estar un paso más arriba que el resto de la humanidad, generamos mitos berretas que nadie respeta, solo nosotros.
Nos enorgullece tener la Avenida más larga, el país más bonito, los cuatro climas aunque nos cagemos de frio, somos dueños de la octava maravilla del Mundo. Nos golpeamos y nos duele y lo disimulamos estúpidamente. Este domingo perdimos otra oportunidad junto con los yerros de Messi, Higuain y Palacio. Después escuchamos esa pavada que no pudimos, pero este grupo está muy unido. No me importa y no creo que a nadie le importe, este pueblo, esta nación, mi hija y yo mismo queríamos ser campeones del mundo en el Maracaná. Se entiende.
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