04/06/2015
Sección: 
Joha Radusky Por Joha Radusky

Banderas en tu corazón

Momento tenso se vivió el miércoles 3 de Junio durante la concentración contra la violencia de género realizada en la Plaza Dardo Rocha de Necochea. Un grupo de aproximadamente 100 personas, al grito de "bajen las banderas", solicitó a las organizaciones que escondieran sus estandartes, bajo el argumento de que la marcha, en realidad, no "era política".

¿Desde cuándo la política es una mala palabra?
La respuesta a esta pregunta, por supuesto, llevaría a discusiones probablemente interminables. Pero intentemos, por lo menos, realizar una escueta aproximación.
Política: (del latín politicus y ésta del griego antiguo πολιτικός 'civil, relativo al ordenamiento de la ciudad o los asuntos del ciudadano') es una rama de la moral que se ocupa de la actividad, en virtud de la cual una sociedad libre, compuesta por personas libres, resuelve los problemas que le plantea su convivencia colectiva. Es un quehacer ordenado al bien común.
Esta definición debe ser una de las primeras cosas que aprendemos en nuestro paso por la escuela. Desde la vuelta a la democracia a esta parte, por lo menos, a ningún educador consciente de su rol en la formación del sujeto como ciudadano se le ocurriría decir lo contrario.
Sin embargo, abundan los ejemplos de personas que piensan que por participar en una organización “no partidaria”, en el sentido de que no forma parte de la vida electoral, creen que no están “haciendo política”.
Hay ciertas cuestiones que deben ser aclaradas.
Si la política es la participación ciudadana con el bien común como objetivo, cualquier persona, organizada o no, que realiza una actividad orientada a resolver un problema dentro de una determinada comunidad, está haciendo política. Lo dijeron los griegos, que no eran, por supuesto, ningunos tontos.

¿Qué esconden los que esconden las banderas?
Salteémonos algunos siglos de acaloradas discusiones y vayamos al grano: hay mucha gente convencida de que mostrar las banderas en una manifestación pública es inadmisible.
Sería interesante analizar en base a qué discursos que circulan socialmente se realiza tamaña interpretación porque, por supuesto, esto no siempre fue así, y responde en gran medida a nuestra cultura actual. Lo dejamos para otro momento, como una pregunta abierta acerca de nuestra susceptibilidad para aceptar como natural algo que es más impuesto que cualquier bandera que pretendamos anular.
Pensemos, en cambio, qué representan las banderas, para qué existen, con qué objetivo. Pensemos en nuestra bandera argentina. No es difícil esbozar una respuesta al respecto: la bandera es un símbolo y, como tal, está en lugar de otra cosa. Esa otra cosa es, en este caso, la patria y la imagen que tenemos sobre su historia, su cultura, sus ideas, su identidad.
La bandera, entonces, funcionaría para situarnos en un lugar determinado, aunque sea imaginario. Y situarse es, siempre, situarse frente a otros. Es la afirmación de una idea y, al mismo tiempo, su diferenciación con respecto a otras.
Del mismo modo funciona la bandera de una organización política. Como cualquier otro símbolo, sirve para estar en lugar de otra cosa, y esa otra cosa es la ideología. Palabra tan criticada, pero no por vapuleada menos existente. Aunque discursivamente se nos quiera hacer creer que no existe, ella, realmente, siempre está ahí.
Y ya que siempre está ahí, mejor ser conscientes de eso. Mejor estar al tanto de cuáles son las ideas que circulan en nuestra sociedad que ser completamente ignorantes al respecto. Mejor, siempre mejor, tener las cosas claras, porque cuando no tenemos las cosas claras, alguien se aprovecha.
Están los que dicen que hay que esconder las banderas, que no es otra cosa que esconder la ideología. Y los que esconden sus ideas en vez de mostrarlas y defenderlas deberían causar más sospecha que confianza. ¿Qué es lo que tienen para esconder? ¿Por qué no asumir la parte que nos toca en el concierto democrático y asumir abiertamente quiénes somos, desde dónde pensamos, hacia dónde queremos ir?
Volviendo a los griegos: todos hacemos política, mejor dar cuenta de ello que actuar desde una inventada neutralidad.
Peor que eso es ser plenamente conscientes del valor ideológico de una bandera y, aun así, querer esconderla. Peor que eso es querer anular al otro en vez de aceptar la diferencia. Aunque eso ya no sería esconder las banderas, sino aplastarlas, masacrarlas, violentarlas, violarlas, golpearlas, arrastrarlas, hacerlas sentir miserables, inútiles, incapaces, pequeñas, demoníacas, basura…Hacerlas sentir de la misma manera como la sociedad hace sentir a las mujeres que son víctimas de la violencia.
Curiosa paradoja.
 

Vas a robarle el gorro al diablo, así, 
adorándolo como quiere él, engañándolo. 
Sin tus banderas 
sedas de sedas 
que guardan nombres en tu corazón. 
(Este asunto está ahora y para siempre en tus manos, nene) 

Fuente: http://www.lanuevacomuna.com/2015/06/opinion-banderas-en-tu-corazon-por....

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