11/01/2015
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Daniel Filmus Por Daniel Filmus

¿El fin del fin de ciclo?

La discusión sobre la existencia o no de características comunes entre los procesos sociales y políticos que se desarrollan en el conjunto de los países latinoamericanos es tan larga como su historia. Sin pretender abordar en profundidad una cuestión tan compleja en este breve artículo, queremos enfatizar que parece evidente que en las últimas décadas un número importante de países de la región transitaron por ciclos históricos en los que prevalecieron ciertos rasgos comunes.

Así es posible observar que a partir de las crisis del ’29 y la Segunda Guerra Mundial, muchos de estos países emprendieron políticas de sustitución de importaciones que les permitieron alcanzar a cada uno de ellos diferentes niveles de urbanización e industrialización. Posteriormente, los límites de las políticas desarrollistas permitieron el surgimiento de procesos nacionales y populares y en algunos casos revolucionarios en el inicio de la década de los ’70. Entre otros, Allende, en Chile; Perón, en Argentina; Torres, en Bolivia; Velazco Alvarado, en Perú; Torrijos, en Panamá, encabezaron procesos que buscaron combinar soberanía política con crecientes niveles de justicia social. También fueron simultáneos los golpes de Estado y las sangrientas dictaduras con los que se puso fin a los procesos de transformación que ocurrieron promediando los ’70. En algún momento de esa década, sólo en un par de países de la región sobrevivieron las instituciones democráticas. La vuelta a la democracia también fue un ciclo que sucedió coetáneamente, en la mayor parte de los casos a partir de inicios de la década de los ’80. Estas democracias incipientes y débiles permitieron sobre los ’90 la aplicación prácticamente uniforme de los preceptos del llamado “Consenso de Washington” con los que el neoliberalismo hegemonizó las políticas económicas de los gobiernos de América latina.

Las profundas crisis económicas y de representación política dieron lugar al fin de las políticas neoliberales de principios del nuevo siglo. Estos procesos permitieron la generación de nuevos liderazgos que pusieron prácticas políticas que recuperaron el papel del Estado en la economía y el orden social, implementaron estrategias de soberanía sobre sus recursos naturales y sobre los procesos de industrialización, colocaron como prioridad la distribución más igualitaria de la riqueza y privilegiaron la integración regional por encima de la sumisión a las políticas encomendadas por el norte.

Hugo Chávez, Néstor Kirchner, Cristina Kirchner, Lula, Dilma Rousseff, Evo Morales, Rafael Correa, Tabaré Vázquez, Pepe Mujica, Michelle Bachelet fueron algunos de los presidentes que encabezaron y en algunos casos continúan liderando estos procesos que tuvieron la posibilidad de ser plebiscitados a lo largo de la primera década del nuevo siglo.
En este contexto, los calendarios electorales de los últimos dos años alimentaron la expectativa de los sectores vinculados al establishment regional y a los intereses del capital concentrado y la libertad irrestricta del mercado de que se había agotado el ciclo de las transformaciones en América latina. De esta manera, los medios de comunicación dominantes preanunciaron y festejaron anticipadamente  el retorno a las políticas de ajuste, libertad de comercio sin ningún tipo de restricción, flexibilización laboral y sumisión a los dictados del orden financiero internacional.

Los resultados electorales mostraron que estas predicciones estaban erradas. La mayor parte de los pueblos de la región decidió terminar con la regularidad histórica que determinaba que los ciclos políticos y económicos entraban en crisis transcurrida aproximadamente una década de implementación y que daba lugar a la llegada a la conducción de los gobiernos de orientaciones de sentido ideológico contrario.

En esta ocasión, la voluntad popular manifestada, entre otras situaciones en las reelecciones de Rousseff, Vázquez, Morales, Bachelet y Correa, expresó con firmeza la necesidad de ratificar los rumbos emprendidos a partir del comienzo del nuevo siglo. Este proceso abre una perspectiva inédita para la región: la oportunidad histórica de que las transformaciones implementadas logren un nivel de institucionalidad y de profundidad que imposibilite el retorno al pasado y a las políticas neoliberales. Ello implicaría estabilizar en el tiempo estrategias de desarrollo que logren niveles de industrialización, vigencia de los derechos humanos, el bienestar popular y la justicia social nunca alcanzados en América latina.

En este punto es necesario proponer que la decisión popular de ratificar el rumbo no implica de ninguna manera negar las asignaturas pendientes de los procesos de transformaciones llevados adelante. Más aún, la posibilidad de continuidad de los ciclos de cambio exige no repetir mecánicamente lo que se ha venido realizando, sino ser capaces de tener una mirada innovadora y creativa para abordar los desafíos que implica profundizar las políticas que permitan construir sociedades más justas. En otras palabras, las victorias electorales de las fuerzas nacionales y populares de la región son un requisito necesario, pero no suficiente para asegurar que no se cierre el ciclo de transformaciones profundas en América latina.

Algunas de estas asignaturas pendientes hubieran sido imposibles de abordar con anterioridad, pues son propias de esta nueva etapa y sólo atendibles a partir de las conquistas alcanzadas estos últimos años y de las nuevas correlaciones de fuerza logradas por las fuerzas políticas y sociales nacionales y populares. Otras, en cambio, exigen rever o modificar estrategias políticas para adaptarlas tanto a la nueva coyuntura internacional como a los cambios en los procesos económicos y productivos ocurridos en los últimos años y a las nuevas demandas de la población.

Entre otras, algunas de las principales problemáticas que consideramos imprescindibles a abordar en esta nueva etapa para garantizar la continuidad del ciclo, son las siguientes: 
1. Uno de los principales problemas pendientes es completar los procesos de cambio de modelo de desarrollo para dejar de ser sociedades que basan su crecimiento en la producción primaria y pasar a un desarrollo sostenido por fuertes estrategias de industrialización autónomas que permitan culminar los procesos de sustitución de importaciones de manera de disminuir sensiblemente la dependencia de las obtención de divisas.  A pesar de que en la región  ha crecido la industria en la última década, la dependencia de la producción primaria sigue siendo muy marcada. La coyuntura internacional muestra que aún en los casos como el argentino, en los que la economía no se primarizó, la vulnerabilidad a los mercados internacionales producto de la variabilidad de los precios internacionales de las commodities es muy alta. Al mismo tiempo, la industrialización de los productos primarios en el mismo lugar en los que se producen constituye un sólido factor de disminución de las desigualdades regionales al interior de cada uno de nuestros países. Por otra parte, el modelo primario persistente demanda escasa fuerza laboral y constituye un enorme condicionante a la posibilidad de seguir incorporando trabajo registrado y de alta calidad para lograr la integración laboral y social de las nuevas generaciones.

2. Sostener los procesos de industrialización exige avanzar aún más en la inversión en educación, ciencia y tecnología. En el caso de la educación es mucho lo que se ha conquistado en la democratización al acceso, permanencia y egreso en los diferentes niveles. Sin lugar a dudas, el gran desafío es continuar avanzando en los aspectos cualitativos. Mientras que los procesos de crecimiento y mejor distribución del ingreso muestran un impacto relativamente inmediato en la masificación de la educación cuando están acompañados de políticas de inversión escolar, el impacto en la mejora de la calidad ocurre en el mediano y largo plazos. Ello requiere de políticas persistentes en el tiempo donde la mayor inversión esté acompañada de estrategias focalizadas a la mejora de la calidad docente. Es necesario destacar en este punto que la inversión en educación es la única que permite al mismo tiempo generar en la población, 3 de las principales condiciones que permitirán profundizar los procesos de transformación en nuestros países: a) integración e igualdad social, b) productividad laboral y c) participación ciudadana.
También de largo plazo son los resultados de la inversión científico-tecnológica. De la capacidad de innovación y creación científica de la región dependerá, sin lugar a dudas, la posibilidad de garantizar un desarrollo industrial autosostenido. La difícil condición de competitividad a nivel internacional en el ámbito científico y la envergadura de las inversiones que se requieren, exige un nivel de complementación y de trabajo conjunto entre los países de la región en el que todavía tenemos un gran déficit.

3. Uno de los grandes logros de esta década en América latina ha sido la recuperación del papel central del Estado en el orden económico, social y cultural. Se ha transformado en un verdadero motor del desarrollo, factor de igualdad social y liderazgo en las culturas de cambio socioeconómico, participación democrática e igualdad social, vigencia de los derechos humanos y no discriminación. En este punto es necesario elevar los niveles de eficiencia de la gestión del Estado en un conjunto de áreas sustantivas. La apropiación por parte del Estado de una porción significativamente mayor de la renta nacional, ya sea por nacionalización de recursos básicos o por la mejora de la equidad recaudatoria, no garantiza por sí misma el efecto distribuidor de la riqueza. Más allá de la necesidad de seguir ampliando esta capacidad de obtención de recursos cada vez más progresiva por parte del Estado y de consolidar su rol como regulador y gerenciador de áreas estratégicas para la soberanía y el desarrollo nacional, su papel en torno a la justicia social también depende de la eficiencia en torno a la resolución de las necesidades básicas de la población. Vivienda, salud, transporte público, infraestructura básica son algunas de las áreas donde las asignatura pendientes con los sectores populares se sienten con particular intensidad y en los que el Estado debe actuar con mayor urgencia y eficiencia en la próxima etapa incorporando a los beneficiarios a los mecanismos de decisión y gestión.

4 El avance frente a la pobreza en la región ha sido enorme. También, y en algunos casos por primera vez en la historia, se ha logrado disminuir sensiblemente los niveles de desigualdad. Sin embargo subsisten enormes sectores a los cuales los beneficios del crecimiento alcanzado en la última década no les han permitido emerger de las situaciones de pobreza estructural en las que viven. El factor central de la disminución de la pobreza ha sido, sin lugar a dudas, la creación de fuentes laborales producto del crecimiento económico y en particular de los procesos de industrialización de la primera parte de la década. La principal política social ha sido la política económica. El trabajo, acompañado por estrategias sociales pertinentes, se constituyó en el mecanismo reparador de los procesos de marginación que produjo el neoliberalismo en los años anteriores y por lo tanto el promotor de la tendencia a la igualdad social por excelencia en la región. Ahora bien, la disminución de las tasas de crecimiento económico y, por lo tanto, de creación de fuentes laborales de fin de la década de los 2000 y principios de la actual, significaron un relativo estancamiento de la baja de la pobreza en muchos países latinoamericanos. Los datos muestran que los planes y programas sociales no alcanzan por sí mismos a terminar con la pobreza persistente. Se necesitan miradas mucho más integrales que combinen los tres aspectos que hemos planteado con anterioridad: industrialización, educación y eficiencia en la inversión pública con nuevas formas de organización social a nivel territorial y un impulso muy importante a estrategias de economía social tanto a nivel urbano como rural. Un punto particular en la atención de esta problemática es la creciente tendencia a privilegiar las nuevas demandas de los sectores que lograron emerger de la pobreza y hoy constituyen flamantes capas medias. Por supuesto que este fenómeno exige atención especial por parte del Estado, incluso por su peso electoral. Sin embargo, bajo ningún aspecto la atención a este grupo puede hacer olvidar como centro de la preocupación gubernamental a quienes aún no han logrado salir de la precariedad socioeconómica. El riesgo de dejar de lado a los más necesitados debido a la disminución de su presencia numérica o por el crecimiento de la capacidad de demanda de otros sectores, atenta contra la esencia ideológica y política que le da razón de ser a este ciclo político que vive Latinoamérica.

5. Por último, es necesario destacar que para que el conjunto de los países latinoamericanos avance en la profundización del ciclo de crecimiento con distribución de la riqueza y soberanía en la toma de decisiones, se requiere consolidar los procesos de integración regional. El fortalecimiento y ampliación del Mercosur y la creación del Unasur y la Celac, han sido logros del esfuerzo de los líderes de la región por recuperar para los Estados la capacidad de encabezar estos procesos. Pero todavía estamos lejos de los niveles de integración política, económica y cultural que se requieren para consolidar lo alcanzado y tener una presencia con personalidad propia en el mundo global. Ciertos aspectos de la soberanía como la energética, productiva, ambiental y de recursos naturales, científica, etc. cobran otra dimensión cuando se las concibe a escala regional. Por supuesto se trata de seguir avanzando en la integración comercial, poblacional y territorial, pero siempre encabezadas por una mirada común de poner los beneficios de esta sumatoria y potenciación de esfuerzos al servicio de la capacidad de afianzar la soberanía política regional y el bienestar de nuestros pueblos.

Como se puede observar en este breve análisis, los desafíos para consolidar el ciclo histórico que está viviendo América latina no son pocos. Los enemigos que se deberán  enfrentar para lograr hacerlo son poderosos. Los sectores del capital concentrado no perdonan haber cuestionado las bases de su dominación y pretenden encabezar cuanto antes la restauración neoliberal que les permita recuperar sus privilegios. La consolidación de los liderazgos que encabezaron las transformaciones en cada uno de nuestros países, el esfuerzo por ampliar las bases de sustentación social y política de los procesos de transformación, y la creación y fortalecimiento de nuevas formas de organización popular y participación democrática que fortalezcan electoral y territorialmente los gobiernos nacionales y populares son algunos de los desafíos urgentes que permitirán hacer fracasar definitivamente los vaticinios de fin de ciclo.

Fuente: Miradas al Sur

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