Muchos se sorprenden de tantos avalando la pobreza, el hambre, los despidos, el desguace de la salud y la educación, el saqueo y la entrega del patrimonio y de la soberanía.
Ayer se movilizó la derecha argentina, en el último manoton de ahogado del presidente Macri para intentar suavizar la derrota el próximo domingo.
Esa es la derecha argentina, potenciada en su reducto capitalino.
Un 25% de la población, compuesto por el decil más rico y ese medio pelo que tan bien desnudó Jauretche que se espeja en él para diferenciarse del pobrerio.
No debería causarnos sorpresa, más bien tristeza.
Los dueños del país y los que les copian modas e ideología, cercanos en su aporofobia pero lejanos de sus cuentas bancarias.
Ese 25% que votó a Menem para un tercer mandato es el mismo que ahora apuesta por Macri y lo haría por cualquier otro que lo salve de los populismos igualadores.
Mientras los vecinos de Chile y Ecuador se plantan en las calles contra los tarifazos neoliberales, acá nos rebelaremos en las urnas el próximo domingo.
Y esa concentración en apoyo a la desigualdad, con un fuerte componente fascistoide y antiperonista, será la foto que recuerde que la grieta permanece.
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