El flamante ministro de Educación, Alejandro Finnochiaro, admitió abiertamente la segunda de las promesas de campaña que CAMBIEMOS no puede cumplir: los 3000 jardines de infantes. Y digo abiertamente porque en el día a día, la gran mayoría de los argentinos nos damos cuenta de cientos de otras promesas que fueron simplemente realizadas para ganar las elecciones. Promesas que desde el vamos se sabían imposibles de cumplir; resuena el puerto en Santiago del Estero (imposible por cuestiones geográficas), pero que en la campaña de CAMBIEMOS de 2015 se utilizaron para convencer a los indecisos de que la propuesta de Mauricio Macri, Maria Eugenia Vidal y Martínez Salas era la más acertada para sacar el país adelante.
Afortunadamente, en Villa Gesell la propuesta de Salas no ganó. Pero obtuvo suficientes votos para poder frenar cualquier intento del estado municipal de apoyar a los trabajadores y al ciudadano de a pie en el Concejo Deliberante. Basta recordar los bloqueos y negativas en el tratamiento de temas como el aumento del boleto, el presupuesto municipal o los impuestos a las grandes parcelas. Siendo 2017 un nuevo año de campaña, y aprovechando el sincericidio de Finnochiaro a nivel nacional, es un buen momento para hablar de una de las grandes complicaciones de la política mediatizada: el debate entre formas y contenido.
Finnochiaro se desentendió de la promesa de construir 3000 jardines de infantes en 4 años, uno de los ejes educativos de la campaña de Mauricio Macri en 2015. Apenas se construirán 100. Dijo que “El plan implicaba un gasto corriente muy grande para las jurisdicciones”, y que “el objetivo era muy loable y estaba bien pensado” pero estaban en campaña y no se podía hacer un relevamiento de la provincia de Buenos Aires para comprobar si era posible. Me llama a reflexionar, ¿qué quiere decir que estaba bien pensado si no se habían hecho los relevamientos? Es decir: prometo cualquier cosa, porque lo que importa es la FORMA en la que presento el mensaje, y no me importa si el CONTENIDO es cierto, factible o incluso realizable en el corto plazo.
Lo mismo sucedió con Promesa Cero, el caballito de batalla comunicacional de Macri, Vidal y Martínez Salas. Al poco tiempo de asumido el gobierno, desde el ese curioso engendro político integrado por el PRO, el radicalismo y el ARI salieron a decir que “Pobreza Cero es una meta como sociedad Algo obviamente inalcanzable en cuatro años. De nuevo, en la FORMA es una promesa que suena bien, que une a todos los argentinos bajo el objetivo de querer un país mejor, pero en el CONTENIDO es absolutamente inicuo. Incluso el máximo referente del partido, hoy presidente, dijo que la inflación era el problema más sencillo de solucionar. Acorde a esta promesa vacía, la versión geselina de CAMBIEMOS personificada en Salas se animó a decir que "el gobierno nacional ha puesto la economía a tiro con la inflación" Promesa
En tiempos de elecciones el votante es el único capaz de proteger su futuro, tarea nada sencilla si pensamos que todos los políticos van a prometernos cosas que después no van a cumplir. El secreto radica en ser críticos y atentos ante aquello que se nos está diciendo. Muchas veces, los medios de comunicación intentan distraer la discusión de los CONTENIDOS hacia las FORMAS, y entonces nos indignamos porque un determinado político utiliza un tono vehemente para defender sus ideas, o porque insulta, o porque parece agresivo al reclamar determinadas medidas.
Lo que hay que hacer es desestimar esos análisis superficiales y centrarnos en el corazón del mensaje, en el CONTENIDO. ¿Qué se está proponiendo? ¿Qué medida concreta o política de estado? No votamos personas que van a venir a casa a comer con nosotros o que llevaremos a una fiesta para presentar a nuestros amigos. Votamos representantes que tendrán que defender nuestros intereses en sitios donde el conflicto es permanente, y deben ser representantes fuertes, capaces de pararse y mantener en alto las convicciones, aún si se pierde la discusión. Porque la política es una construcción colectiva basada en la lucha de intereses, y si sabemos que aquellos que votamos no nos van a traicionar, y que el día de mañana van a seguir defendiendo y buscando aquello que nos prometieron en campaña, entonces habremos votado bien, aún si no tenemos la mayoría.
Hoy la crisis de representatividad está muy presente. Los sectores concentrados de la economía han logrado llevar a la política la idea de que todos son iguales (una forma de reduccionismo que nos quiere convencer de que todas las personas mienten y dirán cualquier cosa para llegar al poder) y de que no sirve el trabajo colectivo (porque la meritocracia responde únicamente al éxito obtenido de forma personal). Pero la realidad siempre supera a la ficción. Aún si esas ideas predominaran durante años, estamos los que confiamos en el empoderamiento popular, los que llamamos al trabajo conjunto para sacar la ciudad, el país y la provincia adelante. Los que buscamos atraer más gente a la política, entendida como el conjunto de recursos y acciones que llevarán a la sociedad a ser más justa.
Escuchemos a los políticos, analicemos sus propuestas, votemos en aquella que creemos más acorde a nuestros intereses, pero seamos críticos. Si a los dos años de prometernos el cielo, estamos peor que antes, entonces quizás hemos votado mal y por suerte la democracia nos da la oportunidad de volver a intentarlo. Más allá de la forma en la que nos digan las cosas, quizás entre los otros candidatos están aquellos que nos están diciendo la verdad sobre lo que pretenden hacer, y no los repetidores de frases hechas y eslogans que después de ganar se olvidan de lo que prometieron o te dicen “era un objetivo tan lindo, pero en realidad no se puede hacer. Vota en defensa tuya, te lo vas a agradecer.
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