13/05/2016
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Julio Carabajal Por Julio Carabajal

Ya nada nos sorprende porque estamos acostumbrados

El conflicto con los recolectores de Residuos Sólidos Urbanos (RSU) lleva una semana y amenaza con extenderse durante este fin de semana a pesar de que el municipio abonó una parte de la deuda ante el reclamo de los trabajadores.

Este es un conflicto que no es nuevo, ni sorprende, porque los ciudadanos están acostumbrados a estas medidas de los trabajadores, a vivir con la imagen de los residuos en las calles, con bolsas destrozadas por los perros. Ya escucharon las declaraciones de los dirigentes sindicales, de la oposición y de las autoridades municipales en varias ocasiones.  

Todas son declaraciones repetitivas, dicen lo mismo que hace un mes y dirán lo mismo el mes próximo cuando estalle otra vez el conflicto por falta de pago.

A esta altura y con el regreso del conflicto quedan claro algunas cosas que comienzan a verse con mayor nitidez. Veamos .

Los trabajadores terminan con su reclamo frente a la municipalidad y hasta  con fuertes discusiones con el mismo intendente.

El jefe comunal termina pagando una parte como en esta oportunidad o toda la deuda y la medida de fuerza se levanta hasta el próximo pago.

La posición del empresario es por lo menos muy cómoda porque se presenta en las reuniones, pone rostro de preocupado, insulta, descalifica al intendente y se va.

Cuando se llegó a este punto ni Gustavo Pereyra tolera a Gustavo Barrera, ni este a Pereyra. Ergo no hay dialogo, solo gritos y nada de acuerdos.

La empresa tiene 14 camiones de los cuales solo 8 están en condiciones de trabajar, faltan repuestos y mantenimiento, hay que afrontar el aumento del combustible, hay deuda con el predio de disposición de RSU en Madariaga, juicios de la AFIP por deuda y un embargo judicial que se lleva el 35 por ciento de los dineros que abona el municipio.

Esta es un empresa quebrada que requiere 45 millones del municipio todo este  año para afrontar lo antes dicho. ¿Quién puede asegurar que lo haga?

Ahora bien, si paga el municipio ante el reclamo de los trabajadores, el empresario se convierte en un intermediario, una suerte de cajero del municipio que recibe el dinero y paga.

Hasta ahora se limitó a pedir más dinero al municipio, no busco alternativas, ni nuevas formas de financiamiento, ni otros negocios. No se asoció con nadie que pudiera colaborar a sanear la situación. Tampoco intento mejorar la relación con sus interlocutores municipales. Está paralizado y espera el mes que viene.

El municipio no está en condiciones de abonar los 45 millones de pesos que requiere la empresa.  No puede hacerlo. Hay otras prioridades y otras necesidades como salud por nombrar solo una.  

La oposición es la otra pata cómoda de este escenario. No interviene desde el Concejo Deliberante con alguna medida fuerte. No se involucra, parece que el problema no fuera de ellos, no le pide informes al empresario, solo lo hace al municipio y la comuna no los contesta y allí se termina su trabajo.

No convoca al empresario a una reunión para interiorizarse del problema. No conoce la situación real de la empresa. Tiene una mirada superficial del conflicto.

Mira como se reúnen los intendentes pero no convoca a los concejales de las tres localidades para analizar la situación entre todos para acompañar a los tres jefes comunales con las medidas que hagan falta.

Cuando Barrea les presentó el presupuesto con un incremento de tasas, redujo los porcentajes y rechazo la creación de otros y desfinanció al municipio para afrontar los pagos a la empresa.

De esto surge que extraoficialmente el servicio esta municipalizado porque lo paga el municipio, el empresario pasa a ser un mero espectador privilegiado. Entonces que función cumple hoy si los trabajadores lo pasan por encima y el intendente no le responde.

Este es un intento más para saber cómo sigue este conflicto, para entenderlo y para adelantarles que en la medida que continúe así nos estamos acostumbrando a que nada nos sorprenda y eso no es bueno.

 

   

         

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