A dos décadas de la tragedia de Cromañón, sobrevivientes y familiares enfrentan la dolorosa tarea de reconstruir sus vidas. Para muchos, este año marca un punto de inflexión: por primera vez, han vivido más tiempo después de la masacre que antes de ella. Entre el recuerdo de los 194 fallecidos y las cuentas pendientes con el Estado, insisten en que la tragedia no debe repetirse jamás. La solidaridad que surgió aquella noche del 30 de diciembre de 2004, cuando jóvenes arriesgaron su vida para salvar a otros, continúa siendo el pilar que sostiene a los afectados.
Celeste Oyola, sobreviviente, reflexiona: “Hoy puedo empatizar más con mi propio dolor y agradecer a esa joven que fui. El tiempo y la contención del ‘universo Cromañón’ nos han ayudado a sanar”. La necesidad de avanzar no significa olvidar. Los sobrevivientes luchan contra el estigma y buscan transmitir su experiencia a las nuevas generaciones. “La única forma de superar la culpa de haber sobrevivido es permitirnos ser felices y recordar desde la sonrisa”, comenta Nicolás Pappolla, quien también participará de las actividades conmemorativas organizadas en escuelas y espacios públicos.
Sin embargo, los reclamos hacia el Estado persisten. Exigen un registro completo de los afectados, mejoras en los programas de reparación y educación que honren la memoria de las víctimas. Elsa Meilán, madre de una sobreviviente, recalca: “El 30 de marzo debe ser una oportunidad en las escuelas para hablar del derecho a la nocturnidad y a volver a casa sanos”. Mientras tanto, actividades conmemorativas como marchas y festivales culturales buscan mantener viva la memoria y garantizar que Cromañón no sea olvidado, con la firme promesa de construir un futuro más seguro para todos.
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