La Semana del Mar mostró un cambio de paradigma en los eventos artísticos que caracterizan al verano geselino. La ciudad aceptó la propuesta de descentralizar los espectáculos que se presentaban en la Plaza Primera Junta
Los cambios hay que aceptarlos y trabajarlos para que rindan sus frutos, por eso son cambios, se entiende que para mejorar. Si se tiene en cuenta esto hay que decir que la experiencia de esta primer Semana del Mar en Villa Gesell rindió aceptablemente en varios aspectos y dejó infinidad de deudas a saldar en próximas ediciones.
Lo primero que surge es la idea misma. Durante siete años de gestión de Rodríguez Erneta no se propuso nada nuevo en materia de atractivos convocantes. Se mantuvieron los que habían propuesta los radicales y ni siquiera se mejoraron. La gestión se distinguió por abandonar el perfil turístico de Villa Gesell para “conurbanizar” la urbe. Ahí están como mudos testigos una peatonal de dos cuadras con características absolutamente disimiles, parecen dos ciudades diferentes y hay que recordar que el secretario de Planeamiento, Luis Castellani se jactaba de ser urbanista. Las luces coloridas y la oscuridad reinante le confieren a este centro comercial de Villa Gesell la fisonomía de ciudad lindante. La araucaria es el símbolo del mal gusto y del sometimiento social. Una deuda de los geselinos con su propia historia. La Plaza Primera Junta era el marco de la saturación que centralizaba la convocatoria. Fueron años en que Villa Gesell abandonó su perfil turístico para convertirse en una urbe con prioridades sociales manipuladas desde el poder ernetista.
Si bien no hubo cambios urbanísticos importantes se observó un solo cambio interesante que puede generar una nueva circulación del movimiento turístico que nos puede devolver esa idiosincrasia perdida de ciudad con costa marítima. No somos como Morón o Moreno o Avellaneda o la Matanza. Somos Villa Gesell, una bella ciudad con bosques, playas hermosas y el mar.
Y eso pretendió mostrar esta Semana del Mar. Descentralizar la Plaza Primera Junta presentó un centro comercial liberado, no tan saturado, de mejor acceso con su objetivo más definido. Por el contrario los espectáculos en la playa abrieron el espacio. Noches hermosas, con luna llena y buena temperatura, buena música se combinaron para que los turistas disfruten de esos lugares que siempre estuvieron pero estaban olvidados. La Fiesta es popular y participan de ella turistas y geselinos y esos es interesante desde el punto de vista comercial para los que trabajaron en los stands gastronómicos.
El déficit estuvo en los horarios, otra falla de Gherlone, y en la difusión que llegó tarde y fue escasa. Y se notó, la Fiesta estaba para más concurrencia. Estos son problemas que deben resolverse con mayor tiempo y decisiones anticipadas, tomadas con carácter y sin dudar. Lo mismo con la presentación de los artistas en el escenario. Un detalle sobresaliente es que la altura del escenario era más cómoda, no había que mirar para arriba.
La experiencia fue positiva y deja un buen antecedente para la temporada que ya comenzó. Descentralizar los espectáculos artísticos es una buena idea para que el visitante no se quede en un solo lugar, para que camine toda la ciudad y la conozca, la vibre, la acepte como la aceptamos los que vivimos en ella.
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