“El gobierno de la Ciudad debe creer que porque somos pobres, los pibes del barrio no tienen derecho a la educación. Acá faltan el wifi y las compu, pero también la luz, que se corta cada dos por tres. Dígame si así van a poder estudiar nuestros hijos en plena cuarentena”. El monólogo es de Karina Calla, vecina del siempre postergado Barrio Padre Mugica. Está junto a un grupo de madres frente al modernísimo Ministerio de Educación porteño, construido en el Polo Educativo María Elena Walsh. El edificio de frígido estilo minimalista le da la espalda a la ex Villa 31. Los funcionarios porteños que lo ocupan, también. “Me cansé de llamar al 0800 para pedir ayuda con la computadora –mastica bronca la señora atrás del barbijo–. Mandé mails, mensajitos y nada. Desde abril, ni bien arrancó la pandemia, llamo y no hay respuesta. Mi hijo, que va a tercer grado, hace meses que no puede hacer la tarea. Mire qué lindo edificio que se hicieron. Pura fachada, como la falsa urbanización.”
Calla es mamá de dos hijos, está terminando el profesorado y se gana el mango como promotora barrial. Vive hace 36 años en el filo profundo del Barrio Güemes, una de las zonas más castigadas por la pandemia. Sufrió en carne propia la falta de agua en abril y mayo, cuando los contagios fueron masivos en la barriada: “Ni para hacer un té teníamos. Peleamos para que trajeran los camiones. Pero fue un desastre, se contagió todo el mundo haciendo las filas frente a las cisternas.” Por la peste y la desidia del Estado porteño, cuenta Karina, murió su tía Fanny Aima: “La aislaron en un hotel, la trataron muy mal. En el hospital no la pudieron salvar. Decían que nos atendían a todos por igual, pero no es así. Sin servicios básicos, sin acceso a la salud ni a la educación, los villeros no existimos. La respuesta del Estado es sálvese quien pueda.”
Según un relevamiento sobre el acceso a la tecnología y a los materiales necesarios para estudiar en barrios vulnerables porteños realizado en junio por el movimiento Barrios de Pie, un 70% de los estudiantes no tiene computadora en la casa y el 82,5% no cuenta con acceso a Internet. Según el propio gobierno de la Ciudad, 3525 estudiantes del nivel secundario y más de 1600 del primario dejaron de tener contacto con sus escuelas desde que se decretó el Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio.
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