06/09/2015
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Zaffaroni: “La incidencia de menores en delitos graves es ínfima”

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Extracto de la entrevista realizada al ex juez de la Corte Suprema el viernes 28, en el marco del cine+debate que desde hace seis años se desarrolan en el Ecunhi (en la ex ESMA)

Felipe Deslarmes / Miradas al Sur
–¿Qué opina del pedido de baja de edad de imputabilidad?

–La incidencia de pibes menores de 16 años en delitos graves en la CABA está en menos de un 1% y puede variar hasta un 1,5%. La incidencia es ínfima y generalmente refieren a delitos contra la propiedad. Y el efecto que podría tener la baja de edad de imputabilidad es que los capten cada vez más chicos para

–¿Cómo se configura el estereotipo del preso en la Argentina?

–Cuando uno visita una cárcel se encuentra con una sensación muy rara; primero por el ruido de puertas cerrándose en la espalda mientras se va entrando, pero luego aparece la impresión de estar en una escuela de niños adultos. Cuando el criminólogo italiano Cesare Lombroso, en el siglo XIX, describía el perfil del delincuente, se refería a los estereotipos. Tenía un atlas de caras feas y creía que las caras eran causas del delito, cuando eran causa de haber estado preso. Todo lo que en la vida libre hacemos cuando queremos o cuando podemos, en la vida carcelaria está reglamentado, igual que cuando éramos niños o adolescentes. Entonces, se sufre una regresión. Primero hay una suerte de ceremonia de degradación con un período depresivo. Luego empieza un período de adaptación y se sigue por burlar límites, como cuando éramos niños. Pero fundamentalmente, el efecto de la prisión es regresivo: libera de toda la responsabilidad de la vida libre y reglamenta todo.

–¿Qué ocurre con las políticas de reinserción?

–Hablamos de resocialización, reinserción, y varios “re”, pero todas estas ideologías “re” son totalmente falsas… y autoritarias. Porque no sé si el Estado tiene derecho a cortarme la cabeza, pero a cambiármela, sé que no. Y si nos acercamos al delito político vamos a ir entendiendo del peligro que es una política “re”. ¿Cómo se les puede enseñar a vivir en libertad encerrándolos? Y esto no significa que no se pueda hacer algo.

–¿Reemplazaría a lo punitivo?

–Yo no soy partidario de desaparecer la cárcel. Veo la desaparición de la cárcel más siniestra que la cárcel misma. Si eso ocurre, será por un control de conducta electrónico. Si dejamos de lado a una cantidad de psicópatas que podría haber, la gran mayoría de los presos no lo están tanto por lo que hicieron sino porque lo hicieron mal… Hasta no estar en la Corte no lo había visto tan claro. Veíamos casos como el de aquel que dejó su cédula adonde fue a robar; o el que se puso a limar una cadena de bicicleta en Florida y Corrientes, entre otros. Lo que hace falta es subirles el nivel de invulnerabilidad. Hay que revertir un deterioro que es propio de la institución y que se produce cuando el sujeto asume el rol asignado adentro de los grupos. Todos vamos siendo más o menos como nos piden que seamos. Y conforme a la demanda de rol, es que más o menos nos comportamos. La vida podría verse como una especie de teatro grande. Cuando uno se sale del rol, se lo llama disrupciones. Y eso provoca agresividad. Y cuando se ingresa en una institución, adonde hay una cierta organización espontánea entre los presos con cierta jerarquización, se observa al ingresante y se lo incorpora a alguno de los grupos. Y allí, debe responder a las exigencias del rol. Porque una disrupción en la cárcel no es broma. Pero el problema aparece cuando insertamos a una persona en una institución que asume un rol por años y después la soltamos; a priori sería milagroso que no reincida. Afortunadamente no hay reincidencia en la totalidad de los casos. Las instituciones tratan de formarnos pero somos impredecibles. Sin embargo, esa tendencia existe. Para neutralizar eso es que hay que subir el nivel de invulnerabilidad. Es necesario que el sujeto proyecte esa internalización del rol que tiene. Que del “robé” no se pase al “soy ladrón”.

–¿Y se puede?

–Se ha hecho. A veces, se hace prosa sin saberlo. Lo llaman re-cualquiercosa pero si alguien entra analfabeto y sale semiingeniero electrónico, evidentemente logró elevar su nivel de invulnerabilidad… y es todo lo que se puede hacer; porque imponer, no. Y para peor, hay personalidades muy frágiles que introyectan demasiado.

La charla continuó por una hora y media. Dio lugar a que hablara también de otros temas, como de drogas: “Hoy se dice por cualquier cosa que el sujeto está drogado. Y les aseguro que la única droga que tiene efecto criminógeno es el alcohol. Y ni siquiera tiene que ser alcohol-dependiente o estar borracho”. No esquivó revisar la permeabilidad que tienen algunos jueces a las presiones mediáticas; subrayó que el término “delito” es netamente de carácter jurídico “no hay ‘delito’ sino un robo, un asesinato, hurto, estupro, etc.”; y discutió también sobre el aborto, indicando que “los médicos que denuncian a una mujer que se practicó un aborto están cometiendo una infracción”. Al retirarse, todos agradecieron ovacionándolo.

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